Libertad de expresión también en Instagram
El fotomontaje del Cristo de la Amargura encierra tanta intolerancia como
la ley que sanciona la vinculación de los polacos con el Holocausto
La frontera que separa
la libertad de expresión de la ofensa, el insulto, la incitación a la violencia
o el odio es a veces nítida y a veces opaca. Depende del cristal con que se
mire. Polonia ha optado por la lente más rancia, la de la intolerancia, al
modificar su legislación para castigar con pena de cárcel a todo aquel que
vincule los crímenes del Holocausto con el pueblo polaco. Una patada a la
historia y una puñalada a la libertad de expresión que puede tener efectos
indeseados para el Gobierno ultraconservador del país centroeuropeo.
Entre castigar con hasta tres años de cárcel a todo aquel que utilice la
expresión “campos de concentración polacos” y multar a quien cuelga en una red
social un fotomontaje realizado sobre la imagen del Cristo de la Amargura hay
diferencias, pero en la tramoya de ambos comportamientos habitan actitudes muy
similares: zafios intentos de socavar la libertad de expresión.
Juristas, periodistas y actores se han solidarizado con el joven
jienense que subió a Instagram una estampa del rostro de Jesucristo a la que le
superpuso su propia fotografía. La cofradía sacramental que venera a esta
representación de Cristo puso el grito en el cielo y acudió a los tribunales.
La fiscalía avaló la demanda de la devota hermandad de penitencia y en su
escrito de calificación provisional consideró el fotomontaje como una
“vergonzosa manipulación del rostro de la imagen”, algo que evidenciaba un
“manifiesto desprecio y mofa” hacia la cofradía del Cristo de la Amargura, “con
propósito de ofender”. Finalmente, un juzgado de Jaén impuso 489 euros de multa
al joven, que reconoció su culpabilidad con el único propósito de que se le
rebajara la sanción inicial de 2.160 euros.
La reforma del Código Penal de 2015 abrió la espita a lo que
algunos juristas han denominado los “delitos Twitter”. Ya no solo se castiga
aquellos actos que inciten a la violencia, la discriminación y el odio. Ahora
es delito la mera incitación incluso indirecta al odio. Delinquir a través de
Internet o de las redes sociales es, además, un agravante, aunque muchos
usuarios crean que todo lo que discurre por la Red goza de inmunidad y que al
ciberespacio se pueden subir todo tipo de barbaridades.
Ninguna democracia puede
sobrevivir sin libertad de expresión. Y ninguna democracia tiene futuro si
vapulea el pensamiento crítico. La maquinaria de la justicia española persigue
a tuiteros que hacen chistes sobre la muerte de Carrero Blanco y Polonia aplica
medidas para que todos los medios estatales sean dirigidos por el Gobierno
mientras a los privados se les imponen multas astronómicas que ponen en peligro
su supervivencia. Multar a un tuitero por una sátira (poco edificante, por
cierto) no es lo mismo que asfixiar económicamente a un periódico disidente,
pero son maneras de coartar la libertad de expresión. Ya lo advirtió Thomas
Jefferson: “Es preferible una prensa sin gobierno que un Gobierno sin prensa”.
EL PAÍS.COM
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