Pasó, pues, el hallarla en esta
manera: estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender
unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer,
aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación
tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía; vile con caracteres que conocí ser
arábigos, y puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando
si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso
hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua
lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que diciéndole mi deseo,
y poniéndole el libro en las manos le abrió por medio, y leyendo un poco en él
se comenzó a reír: preguntéle que de qué se reía, y respondióme que de una
cosa que tenía aquel libro escrita en la margen por anotación. Díjele que me
la dijese, y él sin dejar la risa dijo: está, como he dicho, aquí en el margen
escrito esto: esta Dulcinea del Toboso, tantas veces, en esta historia referida,
dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha.
Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego
se me representó que aquellos cartapacios conteían la historia de Don Quijote.
con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así,
volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia
de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador
arábigo.
Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recibí cuando
llegó a mis oídos el título del libro; y salteándosele al sedero, compré al
muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real, que si él tuviera
discreción, y supiera que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar
más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro
de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los
que trataban de Don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles
nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas
y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente, y con mucha
brevedad, pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan
buen hallazgo, le traje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo
toda del mismo modo que aquí se refiere. Estaba en el primer cartapacio pintada
muy al natural la batalla de Don Quijote con el vizcaíno, puestos en la misma
postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de
su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que
estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. Tenía a los pies el vizcaíno
un título que decía: Don Sancho de Azpeitia que sin duda debía de ser
su nombre, y a los pies de Rocinante estaba otro, que decía: Don Quijote:
estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado
y flaco, con tanto espinazo, tan hético confirmado, que mostraba bien al descubierto
con cuánta advertencia y propiedad se le había puesto el nombre de Rocinante.
Junto a él estaba Sancho Panza, que teía del cabestro a su asno, a los pies
del cual estaba otro rótulo, que decía: Sancho Zancas; y debía de ser
que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto,
y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y Zancas,
que con estos dos sobrenombres se le llama algunas veces la historia. Otras
algunas menudencias había que advertir; pero todas son de poca importancia
y que no hacen al caso a la verdadera relación de la historia, que ninguna
es mala como sea verdadera.
A) Resume y explica lo que ocurre en este fragmento.
B)¿ Quién es Cide Hamete Benengeli?
c) Explica el perspectivismo que plantea Cervantes.
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